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DOMINGO XVI - “C”, Potosí - 17/07/22


Gen 18,1-10a: iré a buscar un trozo de pan para que reparen sus fuerzas…

Sal 14: Señor, ¿quién entrará en tu casa?

Col 1,24-28: Me alegro de poder sufrir por ustedes para el bien de la Iglesia

Lc 10,38-42: Martha lo recibió en su casa


En la 1ª lectura, Abraham dice a los huéspedes: “iré a buscar un trozo de pan para que reparen sus fuerzas” y, en la 2ª, Pablo dice: “me alegro de poder sufrir por ustedes para el bien de la Iglesia”. El apóstol invita a los suyos a mantenerse fieles a Cristo como él lo hace. En el Evangelio Martha y María reciben a Jesús y se reparten las funciones de la casa para atenderlo bien. Luego Jesús invita a la convivencia fraterna.

Como podemos observar, las lecturas de este domingo tratan del tema de la hospitalidad. No es como se dice en Santa Cruz: “la hospitalidad es ley del cruceño” y luego hay un largo etcétera. Se trata de una virtud que tiene 3 claves importantes:


1. La hospitalidad se entiende como un gesto profundamente humano. Significa acoger al ‘otro’ sin más. Esto lo experimenté en Sucre, el día de los difuntos. Yo y mi hermano Antonio, después de mojarnos en la lluvia, fuimos recibidos por una familia y llegamos a casa con otra ropa, la ropa del esposo de la señora. Por eso, dice el adagio: “saber esperar es toda una ciencia de paz interior. Quien sabe esperar, muchas veces, recibe hasta lo inesperado”.


2. La hospitalidad es considerar al otro como un “interlocutor válido” (ética del discurso), como un “fin” (imperativo categórico de Kant), con quien puedes dialogar, discutir, concertar, reír, llorar, disfrutar y hacer de tu vida un evento realmente nutritivo y delicioso. Esto exige saber escuchar con empatía, es decir, “escuchar como quieres ser escuchado” en un mundo que sufre de sordera.


3. La hospitalidad significa sensibilidad, compasión, es invitar a sentarse, encender fuego, servir con abundancia, dar de comer, dar de beber, ofrecerlo todo, comer juntos, ofrecer la propia cama, como aquel peregrino que ofreció su posada incluso al borrico.

¿Por qué? Dice el adagio: porque “podemos trabajar toda una vida para pagar una deuda de dinero, pero moriremos endeudados por aquellos que nos han entregado su bondad”. Hospitalidad es “entregar el corazón sin más”.


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