Sb 9,13-18: Por la sabiduría fueron salvados
Sal 89: ¡Tú has sido nuestro refugio, Señor!
Fil 9b-10.12-17: A Onésimo, recíbelo como a un hermano querido
Lc 14,25-33: Cualquiera que no me ame más que a lo que tiene, no puede ser mi discípulo
La 1ª lectura dice: “por la sabiduría fueron salvados”. En la 2ª Pablo pide: a Onésimo “recíbelo como un hermano querido”. El Evangelio dice: “cualquiera que no me ame más que a lo que tiene, no puede ser mi discípulo”. Esto implica hacer tres cosas para poner en orden nuestra fe:
1. Hay que medir ‘nuestras fuerzas’ para cargar con la propia cruz. ¿Qué tenemos a disposición para fortalecernos? La fe, el E. Santo, la historia, el amor, la libertad, la oración, la Biblia, etc. Son como una especie de ‘provisiones o suministros’ necesarios para ‘recargar las pilas’ para seguir a Jesús. ‘Lo que has empezado termínalo, no lo dejes a medias’. La gente se te puede reír.
2. No puedes seguir a Cristo a medias. El seguimiento ha de ser total, siendo fiel hasta las últimas consecuencias. Dejar todo por Jesús. Si estás viniendo por obligación, te recomiendo: ¡deja de venir! El objetivo de Dios no es un registro de asistencia perfecta, sino que “lo amemos y nos reunamos por amor”. ¿Para qué tener alguien con cara de piedra, preocupado? Una mujer tuvo 8 hijos. Alguien le preguntó: ¿a cuál de tus hijos quieres más? Ella contestó: No se trata de eso. Es como si en mi corazón tuviera para cada cual una habitación con las mismas características. Jesús dijo: “en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones”. Es decir, se añadió una cuando tú te hiciste su hijo. Es única, es tu capilla y nadie más puede ocuparla. Es un secreto entre tú y Dios.
3. Capacidad de ordenar los afectos. Un ateo le dijo a un sacerdote: Yo soy ateo, no creo en Dios ni en nada. Tú que dices creer en la felicidad eterna, Reino de los cielos, cielo nuevo, tierra nueva, etc. ¡Muéstramelo! El sacerdote contestó: ok, haré un simple raciocinio. Tú dices ‘no creo en nada’ y yo digo ‘creo en Dios’. Suponte que hoy nos morimos tú y yo. Verificamos que no hay nada, yo pierdo y tú ganas. ¿Qué pierdo yo? Nada. Y si hay todo lo que yo creo, yo gano y tú pierdes. ¿Qué pierdes tú? Todo. Hasta por lógica, creer es mejor, ¿verdad?
Hermanos: ordenemos nuestros afectos de acuerdo con la fe. Es mejor creer en Dios, es mejor seguir a Jesús, es mejor ‘amar sin pedir nada a cambio’. Por tanto, ‘creer’ es de sabios y ‘creer en Dios’ es de hijos.
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