Is: Caminemos a la luz del Señor
Sal 121: Vamos con alegría a la casa del Señor
Rom 13,11-14a: Jesús es el inicio de un permanente día de salvación
Mt 24,37-44: Estén prevenidos, porque no saben qué día vendrá el Señor
La 1ª lectura dice: “ven, caminemos a la luz del Señor”. Ya no es tiempo de pelear entre pueblos ni de adiestrarse para la guerra. La 2ª dice: “vistámonos de las armas de la luz; andemos como en pleno día, con dignidad”. El Evangelio dice: “estén prevenidos, porque no saben qué día vendrá el Señor”.
1. No distraerse. Hay muchas cosas que nos pueden distraer. Como en tiempos de Noé. La gente hacía fiestas, bebía, se casaba, celebraba cumpleaños, etc. No sospechaban nada. El único que captó el designio de Dios fue Noé. De esto hay que darse cuenta: “quienes terminan la primaria, mejoran su salario en un 143% a diferencia de quien no estudia nada; los que terminan secundaria, mejoran su salario en un 216% y los profesionales de la Universidad mejoran en un 311%”. En este mundo los que más provecho sacan son los que menos se distraen, los que se educan, los que tienen propósitos.
2. Estar siempre alertas. A veces decimos que “mi padre nunca a logrado nada, mis hermanos son unos fracasados, y yo también soy más de lo mismo”. Esto no es sino un conformismo barato. Nadie tiene la obligación de recorrer el mismo camino y tropezar con las mismas piedras. ¿Se acuerdan lo que dijo Bill Gates? “Si naciste pobre, no es tu culpa; pero si vas a morir pobre, eso si que es tu culpa”. Así que, mas temprano que tarde, date cuenta de que tú eres el agente de cambio en la sucesión de las generaciones que vienen tras de ti. Eso se llama estar despiertos y alertas. Tú tienes la responsabilidad de ser la novedad.
3. Actuar con dignidad. En Is 43,4 dice: “porque ante mis ojos eres de gran estima, eres honorable y yo te amo. Daré pues hombres por ti y naciones por tu vida”. Ahí está tu dignidad. Eres honorable. Dios te ama. En eso consiste tu dignidad. Este tiempo de espera (Adviento) es para recuperar tu honorabilidad y dignidad de hijo. Eso dice san Pablo: “basta de excesos en la comida y la bebida, lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias”. Por dignidad no puedes ser agente de división ni de inmoralidad (Zenón, un papá), porque el que cree en Dios no anda creando peleas ni se adiestra para la guerra.
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