Es maravilloso contemplar en los ojos de nuestro Patrono, el Señor de la Vera Cruz, hontanares de amor y misericordia que se derraman sobre los hijos/as de esta tierra, nuestra querida Villa Imperial. Pero es también triste verse a sí mismo, en aquel espejo de Dios, el rostro flagelado del ser humano por los muchos males como la indiferencia, el egoísmo, la peste asiática, la violencia, el rencor, la mentira, la soledad, la corrupción, el odio y la traición.
Pero a pesar de estos males, que salen del corazón del hombre y la mujer de este tiempo, el Señor nos mira benigno y compasivo, con amor de Padre y Madre, que lo único que espera de sus hijos/as es un corazón arrepentido, dispuesto para llorar sus pecados y, conseguir, por sola su gracia, los favores del Señor que aceptó la Cruz para lavar nuestros pecados.
¡Oh divino Cristo! Bajo tu mirada protectora nos acogemos, a pesar del peso de nuestras culpas pues, sabemos, que tu amor es más grande que nuestras miserias. Señor, por tu infinita bondad, no desoigas nuestras súplicas:
“De guerras, hambres y pestes, líbranos ¡oh Gran Señor!”. Antes bien, te pedimos que acojas nuestra humilde devoción, como signo de nuestra gratitud, por tantos favores y gracias “brotados de tu corazón herido y de tus llagas sagradas”.
Finalmente, para provecho y fortaleza espiritual de tus hijos/as, que vivimos en esta muy católica Villa Imperial, consideramos realizar con mucha FE y ESPERANZA esta Novena, ¡Oh Señor de la Vera Cruz!
Fr. Octavio Huanca Bernal, ofm.
GUARDIÁN – SUPERIOR
CONVENTO SAN FRANCISCO DE POTOSÍ
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