La 1ra lectura dice: "Yo mismo abriré las tumbas y le haré salir de ellas"; la 2a proclama: "el que resucitó a Jesús también dará vida a nuestros cuerpos mortales"; y en el Evangelio declara Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida".
La familia de Martha, María y Lázaro reciben a Jesús... Jesús les regala la resurrección de Lázaro. Nosotros también hemos de recibir a Jesús en nuestras familias para tener el honor de ser felices, contar con su presencia, encontrar la paz y vivir reconciliados. Un día, a un niño le escuché orar así: "Señor, que los malos se vuelvan buenos, y que los buenos se vuelvan amables". ¡Bella oración! Vale la pena repetirla.
En la familia de Betania Jesús y su mensaje ocupan el lugar central. Esto conviene aprender. Pero el lugar central en nosotros parecen ocupar el teléfono celular, TikTok, Facebook, WhatsApp, Instagram... ¿Cómo podemos hacer que Jesús y su mensaje ocupen el lugar central de nuestra vida? Cuando Jesús ocupa el lugar central en nuestra vida, puede sucedernos como ocurrió con Oscar Wilde. Un día le preguntaron al carcelero: ¿cómo se comportó aquel? Se comportó como un santo —contestó el carcelero. De hecho, él mismo reconoció diciendo: "yo entré a la cárcel con un corazón duro y dañado, y salí de allí con un corazón noble y convertido".
Sin embargo, como católicos, tenemos la responsabilidad de reflejar a Cristo resucitado en nuestra vida, viviendo alegres, felices y llenos de vida; no como si fuéramos personas aburridas, jetonas, con cara de piedra, como muertos en vida. Asumir el esfuerzo, el costo, de vivir todo lo que decidimos y elegimos como una inversión superior a todas las demás cosas. Esto implica vivir con entusiasmo nuestra fe, como lo hicieron las pulguitas (del mago Tintín y el brujo Monzón) para liberarse del incendio.